crónica

El espacio del librero para el que viene

por Felipe Caro Pérez


Foto: Conversatorio con ediciones Venérea Violenta y los escritores Ricardo Herrera, Claudia Jara Bruzzone, Pablo Ayenao, Jorge Volpi y Felipe Caro en la escuela de artes y oficios Kimkelen, Temuco, 2018. Foto: Carlos Valverde.


Buscando un libro que me pidieron prestado, en un orden delimitado por una línea muy delgada del caos, encuentro los de Poleo Ediciones. Los buenos recuerdos y el pudor de la juventud como oleaje en los ojos.

La primera publicación de Poleo se caracterizó por un cartón prisma rojo de portada con el dibujo serigráfico de un dinosaurio y un logo de azúcar en ambas caras. Un tiraje que iba de los 50 a 100 ejemplares, según mi memoria. La remembranza de aquel deseo se despierta con ternura.

Esto comenzó en una vereda con Jorge Volpi el 2009. Esperábamos el inicio de una cena solidaria en la Biblioteca Anarquista en Amanecer, la que terminó sus días en el sector ampliación Las Quilas, por el 2015 o antes. Habíamos sido invitados a leer para apoyar la jornada. Conversamos del deseo de publicar, una necesidad adolescente que el tiempo logra tranquilizar. Volpi había realizado fanzines en esa época, donde forma y contenido demostraban su preocupación por el discurso artístico que evidencia a lo largo de toda su obra, ya sea en sus libros, danza y en el cruce de ellos.

Unos años antes, con gente de la carrera de pedagogía en Castellano lanzamos una revista (2007), si se le podía llamar revista a una hoja por ambos lados, con collage y textos reproducidos inagotablemente en fotocopias. La idea era presentar una respuesta a la que considerábamos la revista literaria institucional de la Ufro, La Fosa, en la que trabajaban otras personas de Castellano como Patricio Alvarado, a quien a modo de broma le llamaba mi enemigo literario a su regreso de Barcelona. La nuestra se llamaba El Hoyo. No recuerdo cuántos números llegamos a sacar, no fueron muchos. En eso quedó: en un recuerdo. La idea de enfrentar a una revista bien hecha, que de afuera se veía como financiada por el departamento, resultó un buen catalizador para hacer «algo».

«¿Y si lo hacemos nosotros?», se dijo en la vereda mientras esperábamos que iniciara la cena.

Con Jorge nos conocimos, según ambos, en un homenaje que realizamos a Jorge Teillier el 2006, como actividad de la carrera. Creemos fue así: un saludo inicial, coincidir en espacios y actividades hasta que, sin darnos cuenta, nos hicimos amigos.

Participamos con Jorge en el taller de la Fundación Pablo Neruda. Por él pasaron escritores como Patricio Alvarado, que luego de una década ha vuelto a vivir en Temuco y que hace poco reeditó en Chile Edad de la ira, publicado en Barcelona por Ediciones Sin Fin y acá por Agnición Ediciones; Juan Wuenan que presentó su primera antología por Ediciones Kultrún; Jairo Troppa que publicó Trabajos en la vía y hoy, junto a Javiera Delgado, sostienen la editorial Pululo. Óscar Mancilla fundó Del Aire Editores junto a Gerardo Quezada, y aunque llevan un tiempo en silencio, tienen un buen catálogo. En esta misma editorial publicó Apología del barro Cristian Cayupán, otro que estuvo en el taller, quien además ha publicado nueve libros y levantado el proyecto de revista y editorial Comarca. Junto a Carla Llamunao, quien también participó en los talleres, somos compañeros de la colección Yosuke Kuramochi (UCT Ediciones) con su libro Avistamiento de aves y otros vuelos. Patricio Gutiérrez o Pato Gú fue otro que pasó por ahí, ha publicado Jardines del sátiro y Desamores. Paula Alderete, que también fue becaria, junto a Patricio Riquelme han levantado y sostenido la Biblioteca Comunitaria Guido Eytel y el festival que lleva el mismo nombre, que ya va por su tercer año consecutivo con participantes como Elvira Hernández, Leonel Lienlaf, Yanko González, Roxana Miranda, Bernardo Colipan, Yeny Díaz, entre muchas más personas. Recuerdo otros nombres que pasaron por el taller como Sofía Jara, Katy Chávez, Cristian Martínez, Jaime Elgueta, Rodrigo Hideki y Francisco Solervicens, a quien invito a esta crónica luego de su inesperada muerte. El resto no recuerdo en este momento, pido disculpas, espero sigan leyendo y escribiendo.

El taller era dirigido por Guido Eytel, escritor ícono de Temuco. A diferencia del resto de talleres de la fundación, acá no daban dinero a los becados y tampoco pagaban bien a Guido, en sus palabras. Más encima fumábamos sus cigarros en la pausa sagrada. Nunca puso mala cara, siempre una sonrisa. Guido llegaba con algún texto que comentábamos algunas veces para iniciar. Luego, según el martes, alguien leía sus textos y esperaba los comentarios de vuelta, siempre una posición incómoda. Agradezco bastante la dinámica que se ha transformado en autocrítica editorial.

El primer libro de Poleo Ediciones fue Hija y Azúcar (2010), libro doble que publicamos con Jorge Volpi y prologado por Ricardo Herrera, perteneciente a una generación que nos antecedía y que ya se perfilaba como escritor importante de la región, y a quien Jorge conocía. Lo lanzamos en la casa esquina de la plaza Dreves que luego pasó a llamarse Pandemia. Cada tapa comenzaba un libro que terminaba en la mitad y que luego, al girarlo, daba paso al comienzo de otro, en lo que nunca fue una contratapa.

Los libros poseían una técnica sencilla. Plegábamos hojas tamaño carta como maqueta. Impresos los poemas, recortábamos sus contornos y los pegábamos en las hojas ya dispuestas. La portada en serigrafía hecha por Volpi, luego el pliegue de cada hoja y portada más una hoja especial al inicio, corchetes, y guillotina con alguna imprenta. Nacía un libro. «La fotocopia hace un libro» estaba escrito en la parte inferior de la página legal. Esa tierna premisa reveló nuestra necesidad.

Alcanzó el entusiasmo, el dinero se sorteaba, para ir por más. Publicamos, a pedido de Guido, Pluma y sangre (2011), que había ganado en 1981 los juegos literarios Gabriela Mistral. Este acto de generosidad, si pensamos que Guido pudo publicar en alguna editorial de renombre, sobre todo ese libro, cimentó la forma de ver y habitar la literatura. Hay que señalar que él costeó todo con esa sonrisa que se develaba a través del humo del cigarro.

Luego vino Flúor de Pablo Ayenao (2011), del cual cumplimos con pocas copias y se transformó en un pendiente para mí. A pesar del poco tiraje, fue incluido en el libro Territorios invisibles de Felipe Moncada (Ediciones Inubicalistas), que realiza un testimonio y reflexión del panorama literario en las provincias del país. Para este libro, forramos cartones rescatados de botillerías con papel volantín y le colocamos un dibujo en esténcil de un vaso que asemejaba el flúor que nos daban en enseñanza básica.

Al final vino Reinaldo Molinas (2012), un libro póstumo impulsado por sus hermanos. En esta etapa Volpi estaba en Valparaíso, o casi, así que lo hizo allá. La técnica de portada fue la de plancha perdida. Ahí sentí que se cerraba una etapa.

En esa época le comenté a Claudia Jara y a Pablo Ayenao los deseos de armar una editorial, muy continuación de Poleo, pero en la que se abordara ensayo, cosa que no se dio, pero se intentó. Al final nació Venérea Violenta, un cruce de nombres de perfiles de Facebook: Libros Venérea, proyecto de venta de libros usados junto a Pablo, y Violenta Perra, que era el perfil de Claudia (nombres que solo la juventud puede sostener).

El primer libro fue para saldar mi deuda pendiente. Una versión revisada y extendida de Flúor (2013) siguiendo la disciplina de Poleo Ediciones en la confección y con la correspondiente hoja de inicio como una segunda puerta. Esta vez mi amigo Firu (@icaro77) hizo la serigrafía para este proyecto. En su taller sacamos el tiraje de las portadas. En Flúor la silueta de un niño aspirando/expirando un humo blanco sobre un cartón rosado eléctrico, una de las portadas más hermosas en las que colaboré. Debo decir que en el proceso de armado la amistad con Claudia quedó en pausa, de al menos un año, después de un portazo a causa de mi mal genio.

Ricardo Herrera vino a continuación. En un cartón azul unos caballos desbocados. Fue Santa Victoria (poemas de anticipo) (2015). Su versión final se publicó por Ediciones Inubicalistas. Recuerdo que con Pablo entablamos una amistad con Ricardo, un nombre que sonaba más allá del ámbito under en el que nos movíamos. Fueron gestos de confianza que me recordaron el de Guido con Poleo. Siempre ha tenido una disposición a impulsar la literatura, participa en Editorial Bogavantes y se esfuerza por levantar un espacio crítico con la revista Elipsis.

Le siguió Cartografía de la ausencia (2015) de Claudia Jara Bruzzone, una vez ya limadas las asperezas. Acá el proceso cambió. Pidió no el collage tradicional de la maqueta, así que tuve que configurarlo en computador. En lo que no llegamos a acuerdo fue en el título. Un pez bajo un paraguas, ¿le da protección de la lluvia sobre el cemento? El fondo un grisáceo cartón. Luego ese pez maduró y fue dar a Desove, publicado por Cagtén Ediciones.

Quedaron cartones blanco invierno en casa de Pablo para un libro que no llegamos a concluir, pero que tuvimos casi listo para hacerlo. Se develaba mi cansancio.

Hace poco alguien me dijo que Venérea sacó «una cagada de libros». «Sí», respondí, «pero tuve la suerte de que fueron buenos».

Al final, no di con el libro que me pidieron prestado, quizás quién lo tendrá, o se me pasó por alto. Da igual. Sé que vendrán otros más que podrán estar en distintos estantes. Hace poco comenzamos a trabajar con Javier Neira, diseñador de Cagtén Ediciones, en el tercer libro de Jorge Volpi. Javier tiene un hermoso cuidado en la edición y una profunda mirada del libro en la que agradezco colaborar en Libros del Perro Escondido.

Habrá otra oportunidad para hablar de otras editoriales. Pero el recuerdo condujo a este texto.

Cuando estás en esta senda lo que importa es siempre el próximo libro, no como número que amplíe un catálogo, sino el que consideras que es un buen libro que debe tener su lugar en un librero. Lo demás es una historia de Instagram.


Felipe Caro Pérez es profesor de Castellano y Comunicación por la Universidad de La Frontera, Temuco. Ha publicado Hija (Poleo Ediciones, 2010), Nadir (Editorial Bogavantes, 2017), Pieza País (Libros del perro escondido, 2021) y Nada o el Vacío Observable del Espacio (Ediciones Universidad Católica de Temuco, 2023). Ha participado de la gestación de los sellos independientes Poleo Ediciones y Venérea Violenta, que han sido parte importante del circuito editorial del sur del país.